En el número 10 de la calle 5 de mayo del Centro Histórico de la Ciudad de México, se encuentra un lugar que jamás podrá ser olvidado por la historia: Bar la Ópera.
Una pastelería selecta que abrió sus puertas en 1876 en la esquina de San Juan de Letrán y Av. Juárez, donde hoy se encuentra la Torre Latino, propiedad de las hermanas francesas Boulangeot, quienes recrearon la atmósfera de las cafeterías parisinas, con la finalidad de atender a los asistentes al Teatro Nacional .
En 1895, decidieron mudarlo a su ubicación actual, convirtiéndolo también en bar y favorito de una selectiva clientela, que buscaba el famoso lugar afrancesado.
Una de las cantinas más bellas y antiguas de la ciudad, que tuvo entre sus clientes más frecuentes a Don Porfirio Díaz, José Ives Limantour, Secretario de Hacienda y en época de la revolución a Emiliano Zapata y a Francisco Villa, de quién se presume hay una bala incrustada en el techo, lo cual para algunos historiadores es tan sólo una leyenda urbana, que sigue atrayendo a curiosos nacionales e internacionales.
También visitada por personalidades como Miguel Alemán, Adolfo López Mateos, Emilio Portes Gil Uruchurtu, Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, José Luis Cuevas, Gabriel García Márquez, Octavio Paz, Jacobo Zabludovsky, Sofía Bassi y Diego Fernández de Ceballos.
Es de admirarse cada espacio, los óleos de cada gabinete, sus muebles de madera tallada, los asientos tapizados en terciopelo rojo y su barra traída desde Nueva Orleans.
Un restaurante bar con 145 años de antigüedad, que espera con ansias la fecha de abrir de nuevo sus puertas para seguir formando su historia.
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