Ubicado el número 4 de la calle Francisco I. Madero en el centro histórico, se encuentra el que fuera conocido como Palacio Azul, hoy Casa de los Azulejos.
Un edificio del siglo XVI construido al estilo churrigueresco, cuyos azulejos del exterior, se decía fueron hechos en China especialmente para su fachada; sin embargo, existe la posibilidad de que hayan sido fabricados en Puebla, en una alfarería de talavera de frailes Dominicos en 1653.
Un edificio que ha visto pasar diversos dueños; uno de ellos, Don Luis de Vivero, segundo Conde del Valle de Orizaba. Cuenta la tradición oral que uno de sus hijos, pensaba más en fiesta y despilfarro que en los ingenios de azúcar, por lo que su padre, el viejo Conde, cansado de reprimir a su hijo, le expresó: “Hijo, tú nunca irás lejos, ni harás Casa de Azulejos”.
Aquella frase le haría tanto eco, que cambió su vida poco a poco, reedificando aquel espacio con lo que hoy es conocido: los azulejos.
Los Condes del Valle de Orizaba habitaron el Palacio Azul hasta el 4 diciembre de 1828; con el tiempo, fue comprada por Rafael de la Torre y años después por Don Sebastián Mier. En 1891, fue ocupada por el Jockey Club de México y a principios del siglo XX, Samborns inauguró en ella su farmacia y la primera fuente de sodas en México, específicamente en 1903.
Visitarlo es hacer un viaje en el tiempo, con sus lujosas salas, altas columnas, su fuente de piedra y sus barandales de bronce. No dejes de admirar las fotografías de su interior, con toda una historia de visitantes desde hace más de 100 años.
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