Fotografía: www.cdmx.gob.mx
No cabe duda que el centro de la Ciudad de México es rico en historia, cultura, arte y tradición.
Cada centímetro tiene un gran contexto, muchas veces ignorado por la cotidianeidad de la vida.
Y es que luego de la conquista, los españoles concentraron esfuerzos en la evangelización indígena y la fundación de la ciudad colonial, lo cual tenía como consecuencia la destrucción de la Gran Tenochtitlán.
Los antiguos monumentos, edificios, templos y esculturas mexicas fueron destruidos, reutilizando sus materiales para la construcción de la nueva ciudad, por lo que no es extraño encontrar vestigios prehispánicos en las construcciones posteriores.
Algunas piedras afuera del museo del templo mayor y la catedral metropolitana son testigos de esta reutilización. Fragmentos de antiguas columnas que en la base muestran labrados mexicas.
Uno de los vestigios que resiste a perderse en el olvido se encuentra en el Museo de la Ciudad de México, ubicado en la esquina de José María Pino Suárez y República de El Salvador, el cual aloja en su esquina suroeste, una cabeza de serpiente prehispánica, ¿alguna vez la habías notado?
El espacio que alberga este museo, remonta su historia a la primera mitad del siglo XVI, cuando le fue otorgado a Juan Gutiérrez Altamirano, originario de Salamanca, España y consejero de Hernán Cortés, quien junto con su familia recibió en 1616, el título de Condes de Santiago de Calimaya. Es por esto que este sitio es reconocido como el antiguo Palacio de estos condes.
De aquella primera construcción se conoce muy poco, la que ahora podemos apreciar corresponde al siglo XVIII, a cargo del arquitecto Francisco Antonio Guerrero y Torres.
Fue denominado Patrimonio Nacional en 1931, convertido en museo en 1960 e inaugurado como tal en 1964.
A pesar de ser considerado uno de los ejemplos más notables de la arquitectura barroca del siglo XVIII, esconde nuestras raíces en aquella cabeza de serpiente; que para muchos, simboliza el triunfo de la arquitectura colonial sobre la prehispánica y para otros, las raíces de nuestra cultura en la base de esta nueva ciudad. Una ciudad que cayó para volverse a levantar.
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