Es difícil pensar en una fiesta mexicana sin el tradicional pozole con carne de puerco o pollo, acompañado de crujientes tostadas, cebolla, lechuga, rábanos, limón y orégano. Pensar en este platillo siempre nos remite a un ambiente de fiesta, que quizá no sabemos de dónde proviene, pero que atesora una gran historia en nuestro inconsciente colectivo.
Lo que poco nos imaginamos es que su preparación original era acompañada por carne humana, así fue documentado por varios frailes a su llegada a la Nueva España, luego de la caída de Tenochtitlán, entre ellos Fray Bernardino de Sahagún, quien describió y consignó en su “Historia general de las cosas de la Nueva España” la práctica antropofágica o ingesta de carne humana con fines rituales.
Según la tradición, la carne provenía de cautivos o sacrificados en algunas fiestas, principalmente la anual “Tlacaxipehualiztli”, la cual coincidía con el equinoccio de primavera en marzo, dedicada a Xipe tótec, al que se le atribuía la regeneración del maíz, haciendo una relación simbólica del deshoje de la mazorca con el desprendimiento de la piel.
La ceremonia principal era el llamado “Sacrificio Gladiatorio”, en el que el que la víctima o prisionero debía “combatir” atado a un “Temalacatl” (Gran piedra circular) con armas fingidas a uno o varios oponentes bien armados, luego de muerto era desollado y desmembrado para su consumo; los expertos dicen que esto puede comprobarse por los cortes con navajilla de obsidiana que presentan algunos restos óseos, e incluso algunos se muestran alterados por las altas temperaturas a los que fueron expuestos al ser hervidos, evidencias que darían autenticidad a las crónicas de dichos frailes.
Bernal Díaz del Castillo relata en su “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”, haber escuchado que Moctezuma solía comer guisos con carne de muchachos de poca edad, pero que entre la diversidad de platillos con carnes variables, no pudo cerciorarlo.
Se sabe que el muslo derecho siempre pertenecía al Tlatoani, pues en esta parte del cuerpo según cronistas, es donde se concentra la carne con mejor sabor y textura, el muslo izquierdo y los brazos pertenecían a la gente del guerrero que lo había capturado, sin embargo de acuerdo a su cosmovisión, él no podía consumirlo. Este “banquete” era solo para un grupo privilegiado de la población. Trasciende también que la carne humana nunca era asada, siempre hervida. Debido a la aberración que esto debió causarles a los europeos y como consecuencia de la evangelización católica, la carne fue remplazada por la de puerco, la cual dicen, posee un sabor muy similar.
En la actualidad se cuenta con gran variedad de pozole, como el verde de Guerrero, el rojo de Sinaloa o Jalisco, el blanco de la zona centro e incluso el que acostumbran en algunas partes de la costera con sardinas o camarón.
Y a ti ¿Se te antoja un pozolito?
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