Miles de visitantes la contemplan cada día en el Museo del Prado de Madrid, otros tantos nos seguimos fascinando con sus detalles; lo cierto es que “Las meninas”, es una de las pinturas más importantes de la historia universal.
Obra maestra de Diego Velázquez, quien incluso se plasmó en el cuadro de mitad del siglo XVII, dejando plasmada a la Infanta Margarita Teresa de Austria.
El nombre de la obra ha ido cambiando con el tiempo; en el inventario de Alcázar de 1666, aparece como “Retrato de la señora emperatriz con sus damas y una enana”, luego del incendio de Alcazár en la Nochebuena de 1734, se menciona cómo “La familia del Señor rey Phelipe Quarto, y en el nuevo Palacio Real, es citado como “La familia”.
Sería hasta 1843, cuando en el catálogo del Museo del Prado, redactado por Pedro Madrazo, aparece por primera vez el nombre de “Las meninas”.
Pero, ¿”Las meninas”?
Según el Tesoro de la Lengua Castellana de Sebastián Covarrubias de 1611, “Menino”, es la persona que entra a servir en palacio a las personas reales. En este caso a la Infanta Margarita.
Por lo que podría surgir la duda, ¿quién fue la infanta Margarita Teresa de Austria?
Pues bien, ella fue hija del Rey Felipe IV de España con su segunda esposa, su sobrina Mariana de Austria.
Nacida en 1651, y comprometida desde niña a casarse con su tío, el Emperador Leopoldo I de Austria, por asuntos de estado. Desgraciadamente fallecería a sus 21 años a consecuencias de secuelas de su cuarto parto.
¿Qué observamos en “Las meninas”?
En la obra vemos representada una escena cotidiana de la infanta Margarita rodeada de sus damas de servicio, las meninas María Agustina Sarmiento y doña Isabel de Velasco.
¿Qué hace un jarrito mexicano en la obra?
Hay un pequeño y curioso detalle al que quizá no has puesto atención; si te fijas en la mano derecha de la Infanta, notarás un pequeño y brillante jarrito de barro.
Un jarro mexicano; muy probablemente proveniente de Guadalajara, con diversas hipótesis de su existencia en la obra.
La primera apunta a que el autor de la obra, quiso dejar plasmada la “bucarografia”. Es decir, la ingesta de pequeñas vasijas de barro o búcaros, con la finalidad de conseguir un color más pálido en la piel, pues era una aspiración estética de la época que denotaba riqueza, al no tener que trabajar bajo el sol, lo cual se conseguía al tapar los conductos biliares.
Muy famoso en los círculos aristocráticos españoles del siglo XVII, por lo que era una “moda” que las niñas y mujeres jóvenes mordisquearan los bordes de estos jarros.
Otra posiblildad es que se quisiera representar una taza con chocolate, que era la bebida favorita de la clase alta europea.
Lo que es real es que estas piezas realizadas en la Nueva España, eran codiciadas por los europeos durante los siglos XVI y XVII, y eran transportadas por los exploradores españoles.
¿Lo sabías?
Pequeñas curiosidades que esconden historia en cada pincelada.
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