Cautiva tus sentidos en el Lago de Camécuaro, una maravilla del estado michoacano, ubicado a 14 km de Zamora y 2 km del poblado Tangancícuaro.
Se trata de un manto acuífero con agua limpia y cristalina, originado por la presencia de manantiales de los que brotan abundantes aguas cálidas que surten al río Duero y más tarde al Derma.
La superficie del lago abarca 1,400 m de largo por 100 de ancho, con una profundidad máxima de seis metros; se encuentra a una altura de 1,700 metros sobre el nivel del mar.
Fue declarado Parque Nacional en 1940 por el entonces presidente Lázaro Cárdenas, protegiendo así un área de 9.65 hectáreas.
En su interior abunda la alga Spirulina, así como en su exterior el endémico ciprés mexicano, mejor conocido como ahuehuete, rodeando el lago.
Hay múltiples actividades a realizar en el lugar, como realizar un día de campo, nadar en sus albercas entre ahuehuetes con aguas termales, dar un paseo en lancha e incluso acampar a la orilla del manantial.
Para comer, puedes elegir entre algún restaurante, puesto de comida o llevar tus propios alimentos y prepararlos en sus asaderos y parrillas.
Una leyenda purépecha es la que le da el nombre a Camécuaro, con significado: “El lago de lágrimas”.
Un espacio que sin duda te sorprenderá con su encanto, y que invita a fotografiar cada centímetro. ¡Allá nos vemos!
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LAGO DE CAMECUARO
“Eterno, sagrado lago, de la vida . . . un empalago.”.
Parque Nacional, de cepa,
de eso, ni duda quepa,
lo conforman diez hectáreas,
con flora y especies varias.
Tangancícuaro, orgulloso,
por recinto tan hermoso,
donde natura se fragua,
Camécuaro, espejo de agua.
“Lugar del baño”, bendito,
michoacano rinconcito,
“sitio de amargura oculta”,
la creación es cosa culta.
Cupátziro, Junguarán,
sus riberas regarán,
dos preciosos manantiales,
líquidos intestinales.
Lago que refleja el cielo,
nubes que conforman velo,
por las que se filtra el aire,
purificador donaire.
De “ahuehuetes” centenarios,
de oxígenos necesarios,
templo de la ecología,
santuario del alma mía.
Que ostenta raíces sanas,
enlazadas, como hermanas,
de claro color café,
del renacer . . . de la fe.
Subacuática esa vida,
justa, lacustre medida,
de la humanidad un lema:
“el bosque es ecosistema”.
Ocotes, madroños, fresnos,
viejos, maduros, muy tiernos,
conífera, ocal, encinos,
los pájaros, cantos, trinos.
Hojas, ramas, los follajes,
lucen sus vistosos trajes,
verdosos, sobre el cristal
del remanso celestial.
Estanque, cual bautisterio,
pila, jícara, misterio,
paraje de ángeles, hadas,
de criaturas bien amadas.
Ranas, cangrejos y peces,
patos que graznan, mil veces,
chapulines, en concierto,
mariposas, vuelo al viento.
Un joven, tierno sabino,
precioso ejemplar, divino,
yo, le llamo “Sabinito”,
crecerá hasta el infinito.
Primero Dios, con cuidados,
de guardabosques soñados,
de gente bien educada,
¡no, a la ignorancia malvada!
Cantarito de agua miel,
del maguey, producto fiel,
abejas, revoloteando,
¡Camécuaro, amor reinando!
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
México, D. F., a 1º de noviembre del 2017
Reg. SEP Indautor No. (en trámite)