En la esquina de avenida Universidad y Francisco Sosa, se encuentra un peculiar inmueble religioso. Se trata de la Capilla barroca de San Antonio Panzacola.
Francisco Sosa formaba parte del llamado “Camino Real” entre San Ángel y Coyoacán, por el cual circulaba plata, mercancías, y se intercambiaban conocimientos, tradiciones y creencias religiosas.
Es en esta calle donde se encuentra esta pequeña construcción del siglo XVII que fue declarada monumento nacional en el año 1932, y que por su belleza y peculiar tamaño ha sido fuente de inspiración de importantes artistas y leyendas urbanas.
Algunas de ellas son el origen de su construcción.
La primer apunta a Pedro de Alvarado. Se cuenta que el conquistador ordenó su edificación después de la Noche Triste de 1520. El problema de esta versión es que la iglesia está datada en una fecha bastante posterior a este suceso.
La segunda señala a una familia de contrabandistas del siglo XVII a punto de ser capturada, quienes rezaron a Antonio Padua prometiendo la construcción de una iglesia si se libraban de la cárcel. Milagrosamente no se encontraron pruebas de sus delitos y se salvaron de su pena, por lo que cumplieron su promesa.
Sea cual sea su origen; lo cierto es que fue construida en un punto clave; a un costado del Puente de Altillo del siglo XVIII. Uno de los pocos puentes virreinales conservados en la ciudad, el cual fungía como puerta de entrada al camino real, y en el cual se observa un pequeño nicho que albergaba una escultura de San Antonio Padua.
Debajo de este puente, circulaban las aguas del Río Magdalena.
Fotografía: Casasola/INAH
El nombre de Panzacola hace referencia a la abundancia de lagartos en la zona, según algunos relatos.
Algunos de los artistas que la han plasmado son el pintor italiano Eugenio Landesio en 1861 y José María Velasco a finales del siglo XIX, por mencionar algunos; por lo que puedes encontrar la capilla en diversas colecciones como la del Museo Nacional de Arte y el Museo Soumaya.
También la inmortalizaron algunos escritores mexicanos como Manuel Payno, en su novela Los bandidos de Río Frío y Salvador Novo en su Guía de la Ciudad de México, quienes describen en sus líneas el paisaje que ofrecía la capilla en conjunto con su puente.
Cabe mencionar que pocas veces se encuentra abierta al público, normalmente sólo durante sus ceremonias religiosas, pero si cuentas con la suerte de poder ingresar, no dejes de admirar su retablo de madera del siglo XVIII, el techo abovedado de estilo catalán y sus pinturas bizantinas.
Fotografía: Litografía Casimiro Castro.
Actualmente pertenece a la parroquia de San Juan Bautista en el corazón de Coyoacán.
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